
Las modas generalmente se califican como pasajeras. Situaciones temporales que vienen y van y que están más asociadas con gustos y estilos. En política, hay una moda que pensábamos ya superada, que parece resurgir en distintos puntos del mundo, a la que además de pasajera podemos juzgar como peligrosa: el populismo.
Los vaivenes políticos han llevado a la conducción del país a claros ejemplos de este movimiento, dirigentes que prometen o e implementan medidas populistas, con el único propósito de darle gusto a la opinión mayoritaria, ignorando las consecuencias negativas que estas acciones puedan producir.
El ejemplo más claro lo tenemos en el vecino país del norte: un populista que tiene en vilo al gobierno de Estados Unidos, que está más ocupado en ser popular y generar controversia que en ser eficiente. Los inicios de su gobierno fueron caóticos para la comunidad internacional: dañó mercados financieros, monedas alrededor del mundo y afectó intereses de grandes consorcios internacionales.
Pero este periodo también ha puesto de manifiesto, que el mejor antídoto contra el populismo reside en un sistema democrático institucional y en partidos políticos fuertes: la disparatada medida para prohibir acceso a Estados Unidos a viajeros provenientes de Oriente Medio fue frenada por el aparato de justicia; su intento por desaparecer el plan de salud implementado por su sucesor fue frenado en el Congreso; su anuncio de construir un muro en la frontera con México no avanza por razones presupuestales.
Estos son claros ejemplos de contrapeso a un poder mal entendido y peor ejercido. Estos contrapesos no se tienen en Venezuela, país que sufre los estragos de un gobierno populista, donde el autoritarismo que inició con Hugo Chávez y continuó con Nicolás Maduro por con contar con instituciones democráticas sólidas, han llevado al país a una crisis social, política y económica sin precedentes.
El populismo representa definitivamente un paso atrás para los sistemas democráticos. Instituciones fuertes y partidos políticos fuertes, son esenciales para acotar al populismo irresponsable, como lo han demostrado los partidos Demócrata y Republicano a través del Congreso en Estados Unidos. Por esta razón, debemos trabajar en el fortalecimiento de nuestras instituciones, para apuntalar el México del futuro en materia de educación, salud, justicia, democracia, energía sustentable y otras áreas igual de trascendentes.
Que nuestra preocupación sea por consolidar estos logros estructurales, no por la promesa de derogarlos por mero populismo; por sustituirlos con promesas simplistas e irrealizables; por juzgar sus resultados basados en el pesimismo y la descalificación, y no en la objetividad.
En la era digital en que vivimos, los caudillos populistas incursionan en redes, su plaza pública virtual, para hacer de la política un espectáculo basado en un discurso populachero, superficial, a través del cual plantean soluciones para todos los problemas habidos y por haber, apelando más a la emoción que a la razón.
Predican lo que la gente quiere oír sin tener en cuenta las consecuencias de esos postulados. El populismo mexicano vende ilusiones y crea falsas esperanzas. Critica sin fundamentos, ataca los logros ajenos y denigra y descalifica como estrategia. Ser populista es fácil.
Solo se necesita carencia absoluta de escrúpulos. Seamos responsables. La solución a nuestros problemas no está en el populismo, sino en el fortalecimiento de nuestras instituciones y nuestro sistema democrático.
NANCY SANCHEZ ARREDONDO, DIPUTADA FEDERAL.
Twitter: @nancysanchez_bc
/ Imagen tomada de Facebook Nancy Sanchez Arredondo.